EL ESTAR DE LAS TRADICIONES
Contra las grandes novedades de cada día,
ese asombro tonto del tropiezo
por culpas del celu y la vereda rota
o cualquiera de sus variantes
que el consumo ofrece a la distracción,
como el globo del chicle
que estalla, traidor, en plena nariz.
¿No sería mejor recuperar lo ya sabido,
lo obviedad de los maníes,
la espuma fría de la cervecita
junto a la dimensión del ocio de la tarde,
que casi nunca se vuelve a usar?
Ese mínimo misterio inventa al futuro:
solo así se hizo la vida y su sombra
para confundir el origen, la palabra y la piel.
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