miércoles, 28 de marzo de 2018

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Para el ciego que sueña su poema en la playa todavía no ha salido el sol. Por el momento escucha la resaca de las memorias en la espuma de las orillas. Sus manos perdidas acarician vidrios rotos, caracoles, otras ausencias y los restos podridos de un remo. Él sabe que todas las respuestas flotan con la sal en la brisa. Al aspirar, imagina un horizonte rojo adentro de su cuerpo, ese miedito de la verdadera vida. Sus latidos, casi mudos, cuelgan de la última estrella, la más lejana...aunque siente que algo le quiere hablar, señalarle el camino de las palabras. Pero todavía no sale el sol, tampoco el poema; el universo es sencillo, incomprensible; y el ciego ya encontró una línea perfecta en la arena y empieza a cantar la efímera eternidad del mero estar. Ahora, el temblor de sus huellas encuentra el rumbo de sus borradores del alma: su mirada se disuelve en el amparo soñado de las aguas.

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