lunes, 26 de marzo de 2018

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A la hora de la siesta, sin nadie alrededor, busco un banco de la plaza del barrio. Acompañado por algún perro de la calle junto imágenes mudas hasta encontrar la unidad de sus formas. Por supuesto, siempre fracaso. Claro que si tengo en cuenta el almanaque puedo escribir la palabra otoño, aspirar profundo y volver satisfecho a casa. Aunque hoy es mejor levantar los ojos hacia el sol, tratar de no pensar y ansiar una voz que me ampare en el mero estar. Pero ya sé que la poesía real es imposible, así que guardo el cuaderno y la birome y me quedo quieto; capaz que la suerte me ayuda y el vientito me arrastra con las hojas secas.

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