domingo, 25 de marzo de 2018

18

Después de contar los puchos aplastados -doce-, toma un mate lavado y frío y enciende otro cigarrillo. Las voces de la radio son la única compañía: ruidos. Así, un par de horas; no sabe cuándo despertó, y ni siquiera se lavó los dientes. La ventana, por el momento, parece empujar las formas hacia la opacidad. Alrededor, entre las paredes, los objetos aparecen y desaparecen sin hallar ningún orden. Ni siquiera una oración en los borradores del alma. En realidad, simplemente es otra mañana; sabe que pronto va a salir el sol, y mientras observa nuevamente el cenicero piensa que lo mejor es levantarse para bajar la persiana.

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