domingo, 25 de marzo de 2018

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En Hebrón, los palestinos ni siquiera pueden tener colectivos ni autos; y los camellos viven encadenados. Desde 1984, la Plaza de su Mártires es agredida con balas, piedras, insultos; y a los niños que quieren jugar, a veces, les disparan. Durante tres años hubo un toque de queda; los gatos cruzaban rápido las calles, las ratas colaboraban para el ejército israelí. Cada casa, un control; cada día, humillación. El paisaje de sus calles son las ruinas de los lamentos. La rutina cotidiana es la inhumanidad, pero aun no se enteró Hollywood. En Hebrón, apenas sobreviven unos pocos borradores del alma.

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