miércoles, 21 de marzo de 2018

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No es nada fácil encontrar un sendero de sombra por las veredas de los barrios alejados de Rafael Castillo. La única alternativa es andar despacio, tratar de olvidarse del sol que insiste con llegar al mediodía o mirar las casitas bajas, las rajaduras de sus paredes, sus chapas, casi ninguna con la dirección. O también observar ese auto abandonado -sin ruedas-, los montones de basura, yuyos, muchos, y alguna flor. Por supuesto, todos los vecinos ya se refugiaron en algún rincón. Igual son apenas unas diez cuadras...pocas, o muchas para la transpiración. Pero es domingo, y de lejos ya llega una cumbia chillona y todavía se puede respirar. Me apuro, mis piernas me apuran. Por suerte veo a un par de árboles, y faltan solo un par de cuadras y listo: a disfrutar el asadito con amigos. No es nada fácil un poco de felicidad.

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