3
Para que no se gasten los huesos,
su equilibrio inmóvil,
el estar se asoma a la ventana
y cierra los ojos,
necesita ver otro horizonte,
algún camino
y perderse en las huellas sin rumbo,
tan frágiles
que olvidan las reglas del esqueleto.
2
En el comienzo del día
el mundo entero es la ventana,
un mate
y el silencio del estar.
Claro que es suficiente,
pero otro es el juego,
su distracción,
y la tristeza de un árbol.
Además ya se sabe,
la rutina apura su sed,
hueca,
y consagra al reloj sin voz.
Mejor es apartarse,
encender un cigarrillo,
chupar,
y que se agote la vida en ese gesto.