lunes, 26 de marzo de 2018

26

Bajo el ya tímido sol de la tarde me cruzo con una boliviana en la calle principal del barrio. Ese andar lento y firme, y la manta coloreada que protege en su espalda a su bebé. Claro que no ocurre ningún milagro, y menos aun la fugaz de revelación de la paseante de Baudelaire. Ella casi baja sus ojos para no verme, yo veo una imagen real afuera del tiempo. Pasamos, el uno y el otro. Pero mientras se alejan las diferencias, me angustia el vacío de la pretensión del ser alguien. Después, el alivio: ese instante ajeno que me piensa: tan distintos, iguales en el miedito del mero estar.

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