miércoles, 21 de marzo de 2018

3

La madrugada de la soledad en la rutina ausente de la ciudad. Ya llegó el invierno, con la basura díaria y las botellas rotas en las veredas sucias. Lejos, la ansiedad se pierde entre las últimas luces, tímidas, y la penumbra de las calles. Sin un refugio real, un perro flaco se envuelve en el temblor de sí mismo, lo de siempre...y para colmo no viene el colectivo y el viento astilla al borrador de mi alma. Solo queda prender otro cigarrillo, recordar que ya no importa lo que importa y soportar el estar vivo, o intentar -inútil- escapar un poco del tiempo. Aunque mejor, con rabia, apretar cada pitada sin soltar el humo, no exagerar este desierto y recuperar los reflejos oscuros de los adoquines; tal vez con un poco de suerte pueda volver a casa. Igual, junto al desamparo del portal, hay un lugarcito libra al lado del miedito del perro.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario