lunes, 9 de enero de 2017

EXCRITURA DE FABIÁN CASAS

Esos vientos de la memoria
nunca descansan en paz;
ni padres ni madres, jamás,
aunque olviden a sus rostros.
Están siempre por ahí,
aterradores  dulces,
y nos regalan sus sueños
ese trencitos, algún chirlo,
muchos caprichos,
rabias que duran poco,
y tanto olor de ausencia
en los pasillos de ese  hospital.
Solo en lo más trivial
la dicha distrae a la risa,
una película de Bruce Willis,
un tropezón en la vereda,
la grosera forma de una nube:
un culo enorme en la ventanita,
como si pasara el tiempo
que ya resignó su respiración.
De todas maneras, se vive
-¿se vive?- , y no queda otra.
Igual es inútil, o al revés:
nadie entiende el mero estar vivo.

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