martes, 31 de enero de 2017

MINIMAL GÓTICO

Claro que apenas es otro de los tantos finales,
esa diaria rutina que termina en la noche.

En el desorden de la cocina, ahí,
la indiferencia amenaza desde cada cosa:

vasos, cubiertos, platos, ollas,
restos de algunas comida y otras ausencias;

mudas, en tanta suciedad ajena,
no esperan el milagro de la vida o una voz.

Por supuesto que no tiene sentido,
aunque en las sombras el miedo crece, real.

Todas esas tonterías góticas:
fantasmas, las formas de lo otro en este mundo.

Ni siquiera puede salir al patio,
la soledad no resiste a esas ropas colgadas.

Perdido el reflejo mira a la ventana,
sin palabras, la única salvación es apagar la luz.

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