EXCRITURA DE DOSTOIEVSKI
Para olvidar, inútil, su desesperación.
Dostoievski escribía la historia de ese príncipe idiota.
A veces, entre tantas digresiones,
sus dudas se le confundían con el hedor de su aliento.
O sin querer, en sus ojos cansados,
los ojos sin ningún sentido mojaban papel y palabras.
Ni siquiera él lo podía entender,
por eso evitaba a los espejos y el aliento de los otros.
Cada día más insoportables, hondos,
los ataques fatales de amor se burlaban de su esperanza.
Tan solos y aun más enfermos, los dos,
jamás podrían escapar del horror absurdo de este mundo.
Pero la novela tiene un punto final,
y yo la puedo olvidar con un gesto en cualquier anaquel.
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