jueves, 19 de enero de 2017

EXCRITURA DE DOSTOIEVSKI

Para olvidar, inútil, su desesperación.
Dostoievski escribía la historia de ese príncipe idiota.

A veces, entre tantas digresiones,
sus dudas se le confundían con el hedor de su aliento.

O sin querer, en sus ojos cansados,
los ojos sin ningún sentido mojaban papel y palabras.

Ni siquiera él lo podía entender,
por eso evitaba a los espejos y el aliento de los otros.

Cada día más insoportables, hondos,
los ataques fatales de amor se burlaban de su esperanza.

Tan solos y aun más enfermos, los dos,
jamás podrían escapar del horror absurdo de este mundo.

Pero la novela tiene un punto final,
y yo la puedo olvidar con un gesto en cualquier anaquel.

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