viernes, 27 de enero de 2017

EXCRITURA DE CONRAD

Aquel barco, ¡mi barco!, al fin me pertenecía
más que ninguna otra cosa en el mundo.
Su llamado había venido del cielo,
la pasión súbita, intensa, en mis venas:
ser su Capitán, ser el mando del mar.
Claro que la ruta sería muy larga;
igual que el recorrido de los deseos.
Pero todo lo demás resultaba indiferente,
y aquel vacío en la vida, de pronto,
ya había perdido su razón, su poder nefasto.
Al poner el pie sobre su puente...
nada igualó la plenitud de ese momento.
Una penetrante intimidad en mí, ajena,
oscura, tan soberana: se es o no se es marino.

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