EXCRITURA DE RAYUELA
A pesar de tanto jazz, el alcohol,
la tonta sabiduría libresca,
Oliveira anda en el estar perdido, siempre.
Ni siquiera esos jueguitos,
graciosos y más absurdos...
Nada evita buscar lo que no se encuentra.
No le importa el allá o el acá,
y cada vez más solo
el tiempo lo deshace con cada cigarrillo.
¡Pobre Oliveira!, ¿quién
un mal día limpio las veredas?;
en el mundo ya no quedan más rayuelas.
Además, ya no respira
el bebito rosado de la magia
o el pañuelo del dolor se olvido el llanto.
Entonces ni sirve perderse,
silbar, leer, delirar, vivir;
inventa un muro y grita su nombre con hache.
Ahora su destino es un piolín,
o miles, invisibles, enredados, finales:
el amor puro y desesperado de todos los locos.
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