EXCRITURA DE HÖLDERIN Y JUANELE
El sauce ya inclina su leve sombra.
Brilla, el césped con el rocío
y lejos, más allá, se ven las nubes rosadas.
Un sentimiento soñado por el sí
a la deriva de las azucenas,
casi perdido en los ojos de los narcisos.
El tímido oleaje golpea a la orilla
con un aire silencioso y cortés,
y el poeta espera la llegada de la mañana.
Claro que podría ser Hölderin o Juanele,
cualquiera; no importa si el estar
apenas anhela su disolución en la Presencia.
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