LA FUENTE DE DUCHAMP
A veces creo que la cagaste con ese famoso mingitorio;
sin querer, ese primer asombro
que atentó contra el arte, instaló el aburrimiento.
Todo, después, fue demasiado evidente,
apenas un catálogo de bromas banales, o peor,
como si lo único sagrado,
el terror de esta vida, desapareciera en los museos.
Pero así ocurren estas cosas, siempre;
la necesidad elemental se convierte en lujo:
una galería de objetos inhumanos, solo para millonarios.
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