ANTON WEBERN EN EL FUEGO
Apenas tocar una flor,
el origen del fuego retorna a las manos.
Siempre, desde los bordes,
cada pétalo necesita arder en las huellas.
En la corola, secretas,
las formas reavivan a las vida humanas.
No soy más Anton,
ya siento la viejas llamas de la melodía.
Pero se diluye tan pronto,
y el calorcito olvida el temblor del aire.
Todo es ígneo y se consume,
solo quedan esas cenizas para la música.
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