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¡La tanta vida, plena, por todas partes!
Pero él no está...
en ninguna.
Ni siquiera el desierto
con sus barbitúricos mudos.
Ya olvidó a su propio encierro.
En la ventana
las hojas están muertas;
y nadie,
apenas la burla sin gestos.
Tampoco espera a los gusanos,
solo una ausencia, lejana, en los latidos
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