martes, 21 de noviembre de 2017

47

Ese perro horrible con tres patas
solo quería morder;
y mostraba sus dientes,
ahí, cerca de sus pantorrillas.
Él trató de alejarlo,
agito nervioso sus brazos
y después tuvo que recurrir,
temblando, a una patada al aire.
Aunque pasaron varios días,
esa escena perduraba...
como si algún detalle,
invisible, escondiera un secreto.
Así que volvió, lo necesitaba,
pero el perro no,
ni rastros de su odio feroz.
Al igual que su pata,
también había desaparecido.
Y sintió dolor y más pena,
ya nadie le clavaría los colmillos.

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