miércoles, 22 de noviembre de 2017

57

Al fin decidí cortarme la mano
que escribía los poemas de mierda,
molestaba al sostener el cigarro,
ni para visera ante el sol.
Aliviado, la tiré a la basura,
casi no movía los dedos...
aunque parecía estar feliz,
sin el pulso de mis palabras.
Algo, en verdad, me sorprendió,
demasiado fácil, indoloro,
y además no hubo resistencia,
¿cómo no me enseñó su puño?
Después me fijé en sus uñas...
pero veía mi derrotas, triste,
sospecho que esa negra sangre
aun es la tinta brutal de estos versos

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