sábado, 11 de noviembre de 2017

LLUVIA DE TUÑÓN

Justo ahí, en el extremo de toda la nada
el destino me llamó con tu vos.
Pero no paraba de llover,
con furia, tambores, relojes, descalzo.
Demasiado parecido a un poema,
cualquiera, de Túnón: ternuras rotas.
Justo en este extremo y en el otro,
ay, yo no podía hablar,
Sin fuerza para soñar un puente,
la transparencia de tu sombra tan tibia.
No podía comprender la lluvia,
ni a la ventana o el laurel,
así la silla me sentó en el olvido,
y ahí perdí a las caricias de la hermosura.

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