miércoles, 1 de febrero de 2017

A ERIC SATIE

Siempre supieron que la verdad
las esperaba en el fondo de sus ojitos,
y que después del tiempo que pasa
pocas novedades sirven para el asombro.
Justo ayer se le cayó el último,
el diente más flojo al piano de la pena.
Ahora, por fin, se ríen sin culpa,
no necesitan llorar con las melodías
para soportar las tristezas de este mundo.
Abandonadas y olvidadas por todos,
las lauchas festejan su triunfo.
Entonces corren y chillan liberadas,
disfrutan el silencio enloquecido de Satie.

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