EXCRITURA DE UNA EXCRITURA DE PROUST
Otro, antes, podía,
y mojaba una galletita y subía, lento, con la mano.
El recuerdo de un atardecer
adentro de algo, en otro mundo, más real.
Ahora, ni rastros,
en ninguna parte, apenas la ventana y el sillón.
Alrededor, nada y nadie,
salvo el enredo resignado del humo del cigarro.
Y la luz ciega del sol
que baja fría sobre estas lejanas rodillas.
Ha de ser mi yo;
pero por suerte la taza humeante ya se desintegra, sola.
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