UN ESTAR URBANO
A lo mejor la soledad de las macetas,
junto al tiempo de la terraza
y la invisible mueca del hilo
con la ropa que cuelga, ahí,
mira al primer árbol del otoño;
a esa única hoja que ya
flota en el viento y cae
en un movimiento sin sentido,
como otra lágrima de la perfección.
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