EXCRITURA AUTOBIOGRÁFICA IV
Desaparecía, ¡increíble!, el dedo de mi tío Cali.
A mí no me alcanzaban
los ojos ni el asombro,
y una y otra vez...
Él se reía: "no ta más".
Yo le agarraba la mano,
preocupado, y volvía a aparecer.
Poco después entendí la broma;
pero, ¡qué dolor!,
ya no hubo sonrisas.
Y empecé a no entender nada.
Mi abuelita, tan dulce...igual que el dedo, y llanto.
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