UNA SOLEDAD
Ahora solo puede vivir en ese encierro,
casi sin pensar, mudo, con una botella
y la desesperación por olvidar, olvidarse.
Ya no quiere -¿para qué- intentar una salida;
sabe que después de un rato y otro trago,
las paredes protegerán otra vez su vida.
Además, nadie lo puede molestar, ahí,
mientras mira, lejano, el dolor en la ventana.
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