LA CEBOLLA DE CHARLY GARCÍA
Por lo que me tocó aprender
de lo que nadie te enseña
sobre las pequeñas delicias de la vida,
suelo caer en reivindicaciones obvias
y me atrevo, por ejemplo, a decir
que a las canciones de amor
poco le importan la verdad de la ciencia,
ni saben que es imposible dividir un átomo;
cualquier efecto inventa la causa
y así nacen, ridículas, en lo más adentro,
como si fueran una revelación tonta,
circunstancias que al menos por ahora
nadie -o casi- se ha animado a discutir.
Y entonces en el amor vuelan barcos
o llora sola esa falsa cebolla en París.
Siempre es así de simple, con estribillo
y un piano en la penumbra de un sofá,
esa copa en el borde de los labios
ante la esperada señal que sí o que no
que todos ya vimos en las películas.
Digo, desde ahí viene la canción, sin pensar,
perfecta, como el mar o la cebolla,
Solo dura poco más de tres minutos
y la mejor siempre se te ocurre a vos.
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