UN KAFKA
El equilibrista casi arruina la función del circo.
Antes resbalar en el alambre,
con odio mordió las sogas del cielo
y gritó la última palabra viva.
Pero todo siguió como si nada:
las mismas risas y aplausos.
Eso sí, después nadie se acercó a su cadáver;
ni el hambre, desesperada, de los perros sarnosos.
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