LA VIDA DEL FRACASO
Claro que no era preocupante el fracaso;
lo extraño, rarísimo, era su sorpresa.
Recién a los cincuenta, o casi,
se daba cuenta de lo más elemental.
Tantos años había sido un iluso,
o peor: lo engañó una fe infantil
que confundía la esperanza con el sol.
Pero así era la vida, ¿no?; perder, y siempre.
Por suerte, ya disfrutaba la resignación
ante los pocos pelos, la tos, etc.
Solo que a veces, por lo que sea,
no puede evitar las burlas tristes del pasado
y entonces piensa en un revolver y chau.
Sí, todavía era el mismo estúpido,
y algo ajeno, en el adentro, lo empujaba a creer.
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