ARLT
En su interior, siempre al acecho,
esa monstruosidad sin piedad.
Para él era apenas un juguete,
una baba seca de su rabia infantil.
Y podía respirar en la angustia
ese gas venenoso de las calles.
Jamás dudaba de sus pesadillas
ni del asco que le provocaba el mundo.
A veces era un simple comediante;
otras, un cínico o un aventurero.
Solo así podía sentarse a escribir,
y vivir y revelarse a si mismo, a todos.
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