jueves, 3 de noviembre de 2016

ARLT

En su interior, siempre al acecho,
esa monstruosidad sin piedad.

Para él era apenas un juguete,
una baba seca de su rabia infantil.

Y podía respirar en la angustia
ese gas venenoso de las calles.

Jamás dudaba de sus pesadillas
ni del asco que le provocaba el mundo.

A veces era un simple comediante;
otras, un cínico o un aventurero.

Solo así podía sentarse a escribir,
y vivir y revelarse a si mismo, a todos.


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