OJOS DE LA EXCRITURA
Ya cansado o perdido
en Ciudad Evita,
a la sombra larga y breve de una vieja palmera.
La siesta se duerme
en la ausencia de las calles
y el sol estalla ciego ante cualquier referencia.
Es demasiada la luz,
ya desaparecen las casitas,
los jardines, el cielo y todos sus alrededores.
Recién ahora descubro
que los ojos
solo sirven para mirar por única y última vez.
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