viernes, 4 de noviembre de 2016

DOS CONTRA EL MUNDO

Ya no los puede molestar nadie,
ni siquiera la soledad.

Ningún tonto sentimiento
o los recuerdos y sus trampas.

A su espalda, las voces;
delante el espejo: su abismo

Por suerte está en su silla,
siempre la última, aun firme.

No espera a nadie, no,
y menos esos fantasmas falsos.

Solo es demasiada la luz,
pero pronto vendrá toda la noche.

Antes de hablar, lo piensa...
hoy podría despedirse, ser afuera.

Ya le acercaron el tiempo,
toda la vida en ese simple gesto.

La mano acerca la botella
en silencio, y así olvidan el mundo.

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