EXCRITURA DE LAS PERPLEJIDADES COTIDIANAS
Ya descolgué a la ropa de la soga:
medias, remeras, calzoncillos, la camisa y un pantalón;
anuncian vientos, tormentas y lluvias.
Pero me dan un poco de pena
esos broches inútiles ya sin ninguna razón, tan solos.
Y no se me ocurre nada, lo lamento.
Al acomdar las prendas en la cama,
llegan las nubes oscuras y mi tonto consuelo:
un trueno estalla hasta iluminar el terror natural.
Dentro de casa me preparo un café,
al beber la tibieza me lleva hasta la ventana.
Solo, envidió a la soga y los broches: ese humilde orgullo.
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