miércoles, 13 de julio de 2016

UN AA


Ya van para cuarenta años de enfermedad,
y siempre llega primero a las reuniones.
Él limpia los vasos, prepara el café,
pasa el escobillón, limpia y acomoda las sillas.

No logra permanece quieto en su silla,
su cuerpo necesita moverse, sentir los dolores;
y saluda a los compañeros que se acercan
hasta que el grupo se convierte en su espejo

Ni en la breve oración de la despedida, su voz
solo responde ante la primera pregunta.
Después sirve los pocillos o prepara mate
y casi nadie advierte la renguera y sus temblores.

Los testimonios no varían en el tiempo,
aunque distintos, las miserias son una sola.
Pocos como él conocen al protagonista: el alcohol.
Apenas otras veinticuatro horas, día a día.

Ya van para cuarenta años de enfermedad
y todavía recuerda al solitario y brutal.
Así que cuando a las nueve cierra la puerta,
algo parecido a la gracia se agita entre las llaves.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario