LA HIEDRA DEL IDIOTA
Ya perdió la timidez
la hiedra que cuelga sobre el muro del jardín.
Sorprendido, por el momento,
el idiota sola la mira y balancea su cabezota.
Es cierto que puede pasar horas,
inmóvil, hasta que detecta un leve movimiento;
entonces sonríe, babea, corre,
como si el hecho revelara el sentido del universo.
Después continúa con su rutina;
solo es un detalle más en su desorden mental.
Pero, a veces, las excrituras dudan:
¿y si acaso esa nueva hojita fuera la única verdad?
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