EXCRITURA DE UN PASEO
No pertenece a esta ciudad.
Ni siquiera al andar de sus calles en la madrugada,
desiertas, desesperadas por tanta noche.
Tampoco le importan sus habitantes:
vivos o muertos, da igual.
Ahí, ni cerca ni lejos, él no puede ser él.
Pero sus viejas botas ya tienen un poco de frío,
y doblan y apuran el paso.
Solo las sombras de los árboles le parecen reales.
Ya reconoce la esquina de las rosas rojas,
la irrealidad de la imagen.
No pertenece a ninguna ciudad y quiere volver.
La puerta de su casa es otro engaño.
Nunca encontró su vida.
Mejor dar otra vuelta, perderse, dejar que salga el sol.
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