lunes, 18 de julio de 2016

LA NEGRITA

Cuando era un niño, como mamá también trabajaba, casi todos los días me cuidaba la Negrita.
El casi era el lunes: día de descanso para la negrita y de pateleos, berrinches y rabia contra todo el mundo para mí.
Por suerte, el martes volvía la maravillosa rutina. Mientras la Negrita planchaba, barría o preparaba la comida; yo golpeaba los cacharros, pateaba la pelota y si me excedía con alguna travesura la besaba en la nariz y listo, ella me perdonaba.
No recuerdo los motivos, pero después unos años la Negrita dejó de trabajar en casa. Nadie me explicó su ausencia, se habló de que se había mudado, del alcoholismo de su marido....desapareció. Y poco a poco casi la olvidé, ya tenía otras preocupaciones.
Pero, ya se sabe, el tiempo siempre pasa y los recuerdos permanecen, vivos...Ayer encontré, abandonada, una olla. Por los menos habían pasado cincuenta años desde la última vez que la había visto y sin motivo me puse a llorar.
Era absurdo, incomprensible, me senté en el sofá y de pronto vi el calendario. Junto con un cansancio insoportable volvió su rostro. Nos miramos con tristeza, derrotados. Supe que nada tenía sentido y ni siquiera me podían salvar los berrinches.
En mi propia casa, la misma de siempre, me sentí solo y perdido. Creo que esperaba ver otra vez su sonrisa ...y nada. Cualquier pensamiento era inútil, así es la vida. Ay, mi Negrita, ¿dónde andarás ahora que ya me estoy poniendo viejo y todos los días son el mismo lunes?

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