lunes, 25 de julio de 2016

A JIMI HENDRIX

Todavía recuerdo esa tardecita, tan lejana,
cuando el calor me impedía preparar un examen.

Y subí el volumen un poco más, bastante,
y abrí las ventanas y entonces te vi...

El movimiento enredado de los árboles,
eléctrico, venían solo de tu guitarra.

También el cielo distorsionaba, abierto
a la profundidad de su suave abismo.

Claro que era irreal esa realidad,
no podía distinguir entre el adentro y el afuera,

Todavía, ay, no se detiene el universo.
Pero tu música pronto y para siempre va a estallar.

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