UN PEQUEÑO DIOS
A cada instante, el niño bolita de al lado de casa
desafía y juega ante la tontera de la muerte.
Su madre atiende a la verdulería
y apenas tiene un respiro para limpiarle los mocos.
Ante el menor descuido, con su pelota
salta de la vereda a la calle... tan libre.
No es como los demás niños del barrio,
las madres nunca advierten su presencia silenciosa.
Yo lo observo como a un pequeño dios;
por suerte, no me presta atención y solo vive.
Casi no habla, él preserva su mundo
encantado de peligros, milagros y una manzana deliciosa.
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