EL TIEMPO DE LOS INTERNOS
No puedo recordar cuando empecé a dar vueltas con los otros.
Una, dos, tres...cientos.
El sendero alrededor del patio
solo era andar sin salida,
tan cerrado como un puño infinito;
después ya no me podía detener,
salvo que chocara, apresurado, con otro interno.
Creo que sí descubrí la verdadera forma del tiempo,
el real, el de los seres humanos:
sin posibilidad de poder escapar,
la trampa de un encierro invisible,
falsos instantes que burlan las respuestas
y desde entonces ya no me preocupa la hora, el día, el año, la eternidad.
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