RABIAS
A cualquier hora, por cualquier motivo,
los gritos del tano Nicola,
y la sonrisa inocente de los internos.
En general, insulta su Consulado,
al intendente de Morón,
a toda su familia.
Son apenas unos minutos,
después se calla
y busca alejarse de todos.
Nadie sabe cuándo llegó al país
no aprende castellano
ni tampoco habla su lengua.
A veces, para completar el show
pide que lo aten
en un rincón sin luz.
Pero nadie, ni las enfermeras,
que no lo soportan,
oyen sus ruegos.
Yo no me animo a conversar con él,
quizás tanta rabía
también me haría gritar.
Pero hace poco lo descubrí arrodillado,
lloraba como un niño
y le rezaba ansioso a su Santa Madona.
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