EL POZO NEGRO
Todos los internos sienten terror ante el Pozo Negro;
si te llevan, te ganó el diablo.
Un semana desapareció el Pelícano,
nadie vio su cuerpo flaco
ni los pelos desgreñados y filosos.
En el pabellón circulaba el chisme:
al regresar el domingo,
algo borracho, golpeó a uno de los médicos.
Es que el Pelícano es así,
tan dócil y comprensivo
como inesperadamente salvaje, vuela.
Pero de pronto apareció su mirada ya vacía,
ya no quería recorrer el cielo
ni embucharse panchos.
Andaba encerrado en su propio muro.
Ahora parece un poco más tranquilo,
aunque apenas se mueve su largo cogote rojo;
el Pozo Negro ni siquiera te deja las plumas, te borra el alma.
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