EL ENGAÑO DEL ANTICRISTO
Acá, la incontenible voluntad de poderío
ya es tan tupida como tu bigote.
Antes de irnos a dormir
la enfermera reparte las pastillas.
Ni noticias de Zarathustra
y tus furiosos martillazos son un chiste.
Así de simple es la rutina,
pequeñas dosis de latidos sin cuerpos.
Claro que no es un reproche,
vos lo viviste cuando le abandonó Diónisos.
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