lunes, 9 de noviembre de 2020

 DESPEDIDA


Muy temprano arreglé, nervioso, algunas arrugas de la manta y con rapidez junté mis cosas: la ropa, los libros, el cepillo de dientes, las zapatillas...¿Todo listo? El perro solitario me miró, pero no hizo ningún gesto. En el pasillo tuve la sensación que la situación era irreal, y trataba de evitar la mirada de los internos. La enfermera me abrió la puerta sin dirigirme la palabra. A un costado, esperando el cigarro de la mañana, vi a muchos de los internos. No pude detenerme, sentía miedo. Crucé el patio sin despedirme de nadie -¿quién se iba?-, solo me detuve unos minutos y cerré los ojos bajo el gran árbol, Una vez más el cielo empezaba a brillar con el mismo y aburrido sol. Recién entonces confirmé que, aunque apurara el paso, era inútil, por más que me esperaba eso que llaman libertad el Pabellón 127 ya era el eco de mis latidos, para siempre.



                                              FIN

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