viernes, 14 de octubre de 2016

LA OTRA BALANZA DE UN BALANCE

Ya peso
y pienso lo mismo que a los quince años.

Despacito,
para no caer, intento flotar al andar.

Algunas tardes,
lamento amores junto a los pájaros.

Medio sordo,
todavía espero escuchar la luz de la luna.

Y al despertar,
agradezco a la vida y también a la muerte.

A veces,
siento que puedo tocar a una palabra.

Fue y es,
lo sé, un don milagroso del espanto.

Ya viejo,
solo confío en la voz de mis últimos huesos.


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