LA OTRA BALANZA DE UN BALANCE
Ya peso
y pienso lo mismo que a los quince años.
Despacito,
para no caer, intento flotar al andar.
Algunas tardes,
lamento amores junto a los pájaros.
Medio sordo,
todavía espero escuchar la luz de la luna.
Y al despertar,
agradezco a la vida y también a la muerte.
A veces,
siento que puedo tocar a una palabra.
Fue y es,
lo sé, un don milagroso del espanto.
Ya viejo,
solo confío en la voz de mis últimos huesos.
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