martes, 25 de octubre de 2016

A NIETZSCHE

Ya casi ciego, caminaba sin destino y desesperado,
y anotaba sin dudar sus ideas más feroces.

Pronto, lo presentía, vendría la oscuridad;
el consuelo final para los dolores de su cuerpo.

Si soñaba con ser el enemigo de los hombres,
no podía perder ni siquiera un segundo, una palabra.

Claro que después no entendía sus pensamientos;
pero lo embriagaba la música sublime de la confusión.

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