viernes, 12 de mayo de 2017

XXVII

Las aves marinas,
que regresan a la velocidad de Dios,
en mi última cabeza.

Sitiado por la eternidad,
mi cuerpo olvida su resentimiento,
solo imagina el sol.

Vitrales de la espuma,
la ventana irreal del hospital,
herida de la orilla.

Ya necesito dormir,
vengo de comulgar y estoy en éxtasis.
Al fin se abre el cielo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario