viernes, 26 de mayo de 2017

17

Un buitre me vigila las entrañas.
No las devora, observa
y ama, como un niño sin sol
el adentro de las muchas penas.
Vencido en su gran derrota,
su furia junta las noches,
catástrofes de mi soledad,
y siglos y siglos sin abrazos.
Él no sabe que yo lo sé,
disimulo su presencia ajena,
aunque sienta sus alas
sus desesperados ojitos.
A veces piensa con sus garras,
como si fuera un humano,
la ilusión de los restos,
esa sangre negra de poemas muertos.

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