domingo, 7 de mayo de 2017

XVI

Hacia cualquier azar
abiertas las calles y el ensueño.

El oro último
en el pájaro de la arboleda.

Voces de los patios,
esquinas tristes de compadritos.

Esa mano del mendigo
ya extiende una herida, el ocaso.

¿Todavía soy aquél,
ese ingenuo fervor de arrabal?

Otro en mis pasos,
y la memoria apenas consuelo.

En esta penumbra
así olvido la cárcel del presente.

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