XII
Ya brilla otro día en Barranca Yaco,
la luna se perdió en la memoria
y los campos muertos de hambre y de sed.
Anticipo de su propio funeral
en la altura se hamaca el coche
y un cuerpo busca sin temor su última sombra.
Las ánimas, hombres y caballos
lo saben, medita el General
y sonríe; morir (como este sol) es la vida...
El griterío, los puñales, la pólvora;
acaso solo sea el simple destino:
pero ¿quién ha de matar la pasión de su alma?
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